Conocer e identificar las malezas presentes en nuestro trigo, y las que podrían emerger en un futuro, es fundamental para pensar en un plan de manejo eficiente, evitando pérdidas. La complejidad del manejo para los cultivos de fina viene cambiando en los últimos años con surgimiento de nuevas malezas resistentes y su aparición en nuevas zonas.
Al momento de planificar el cultivo de trigo, no debemos olvidar la importancia del conocimiento e identificación previa de la cantidad y calidad de malezas existentes en el lote. Sabemos que durante su ciclo se desarrollan algunas especies, especialmente difíciles de control, como mastuerzo, capiquí, quínoa, ortiga, enredadera, sanguinaria y algodonosa, entre otras.
Algunas son especialmente difíciles debido a las apariciones de resistencias como son: el Raigras, con resistencia a glifosato, a graminicidas ACCasa y ALS; la Rama negra ( resistencia a glifosato y ALS); y las crucíferas: Raphanus sativus (Nabón), Brassica napus (Colza o Canola), Brassica rapa (Nabo), Hirschfeldia incana (Nabillo) y Rapistrum rugosum (mostacilla), que presentan biotipos con resistencia a glifosato, a inhibidores de ALS y a 2,4D, a uno, a dos, e incluso a los tres sitios de acción.
Al no controlarlas adecuadamente, influirán y determinarán el crecimiento y desarrollo del cultivo disminuyendo su rinde final, además de impactar en el cultivo posterior, afectando la implantación y su desarrollo. El avance de la tecnología con la inclusión del uso de fitoterápicos ha permitido mejorar la calidad del cultivo y su rendimiento.
Controlando postemergencias en el trigo
Los tratamientos postemergentes deben eliminar la competencia de las malezas por agua, luz y nutrientes con el cultivo. Es clave realizar estos en el momento oportuno para lograr máxima eficacia de control y no afectar el rendimiento potencial.
La aplicación postemergente de herbicidas selectivos en trigo es una de las herramientas más fuertes para contrarrestar el efecto competitivo de las malezas.
El uso de herbicidas que admiten ser aplicados sobre el cultivo en etapas tempranas del ciclo arroja los mejores resultados orientados a mantener intacto el potencial de rendimiento alcanzable en cada ambiente.
Durante el ciclo de cultivo se suceden cambios en lo morfológico y en la actividad meristemática del ápice de crecimiento que definen etapas vegetativas y reproductivas. Esas etapas van definiendo estados que se ven impactados de modo diferencial en función de la susceptibilidad de los cultivares ante los tratamientos químicos, pero que en grandes líneas permiten establecer una “ventana de aplicación” con el menor efecto sobre los componentes del rendimiento. Hay distintas respuestas de selectividad entre cultivares. Es por ello, que el conocimiento de la tolerancia a los tratamientos herbicidas hormonales debería constituirse en un aspecto de suma importancia.
Es importante tener en cuenta que el momento más adecuado para aplicar herbicidas post emergentes, es en presencia de malezas pequeñas y cuando el cultivo se encuentre en los estadios de desarrollo adecuados. El rango de mayor tolerancia de los cultivos de trigo y cebada a herbicidas hormonales se encuentra desde macollaje (a partir de la aparición de la cuarta hoja), hasta la aparición del primer nudo de encañado.
No es suficiente rotar modos de acción en forma exclusiva, sino se debe combinarlos para evitar la generación de resistencias y estimular al crecimiento rápido del cultivo, para lograr lo antes posible un sombreado que inhiba el nacimiento de nuevas plántulas. Las mezclas permiten aumentar el espectro de control que logran los principios activos en forma individual. Por lo tanto, lo más recomendable es alternar distintos modos de acción (MOAs). Pueden aprovecharse los inhibidores de la síntesis carotenoides que actúan sobre las enzimas PDS (flurocloridona o diflufenicán) y HPPD (biciclopirona, topramezone o mesotrione), los inhibidores de la PPO (fumioxazin, saflufenacil, carfentrazone o piraflufen). También los hormonales (donde el MCPA es una alternativa al 2,4-D), los inhibidores del Fotosistema I (paraquat) y II (metribuzin).
También presentan muy buenos controles las mezclas de 2,4-D + Dicamba y 2,4-D + Picloram, ampliamente utilizadas y la de Metsulfuron-metil + Dicamba hoy divulgada masivamente.
Cuando no fue posible realizar el control dentro de la “ventana” óptima, o los herbicidas aplicados previamente perdieron persistencia y aparecen nuevas camadas de malezas, hablamos de “aplicaciones tardías”. Serían aplicaciones de “salvataje” que se efectúan luego del periodo tradicional de macollaje a primer nudo. Principalmente se debe implementar en casos de una alta presión de malezas, aunque también se utilizan para facilitar la cosecha. Este tratamiento debe ejecutarse cuidadosamente para minimizar el daño y lograr máxima eficacia de control para las especies problema.
Ante esta situación, se recomienda la utilización de flouroxipir, que es un herbicida sistémico, que se transporta tanto por floema como xilema hasta los puntos de crecimiento, donde provocan su detención, clorosis, marchitamiento y necrosis. Controla malezas latifoliadas y pertenece a la familia de los ácidos Piridín-Carboxílicos, al igual que Picloram. Permite ser aplicado desde 3 hojas desplegadas del trigo, hasta la aparición de la hoja bandera. Ante la presencia de crucíferas, combinarlo con un 2,4D ha presentado buenos controles.
El MCPA es un herbicida sistémico, que se transporta tanto por floema como xilema hasta los puntos de crecimiento, donde provocan su detención, clorosis, marchitamiento y necrosis. Controla malezas latifoliadas y pertenece a la familia de los ácidos Fenoxi-Carboxílicos, al igual que 2,4 D y 2,4 DB. La mezcla con fluroxipir, mejora su espectro y performance.
Otro aspecto muy importante es conocer la historia de herbicidas del lote, principalmente los aplicados en el cultivo anterior para no correr riesgo de fitotoxicidad por carry over. En este punto habría que tener en cuenta los herbicidas aplicados en la campaña anterior, principalmente inhibidores de la ALS como diclosulam, sulfometuron en soja y también imidazolinonas en soja, maíz y girasol.