A no descuidar el monitoreo del trigo

El monitoreo del cultivo es fundamental para la detección temprana de plagas y/o enfermedades cuyo impacto se refleja en el rinde, y sobre todo en la calidad del grano. Es importante realizarlo a partir del macollaje, sobre todo en variedades susceptibles, sabiendo que una detección temprana resulta clave en el manejo integrado de plagas y enfermedades.

El monitoreo preventivo, es la principal estrategia para afrontar plagas y enfermedades en los cereales de invierno. Un seguimiento periódico y continuo del cultivo nos permite detectar tempranamente la presencia de plagas y predecir la evolución de enfermedades, para después determinar cuándo es el momento ideal para el control, y así evitar que se supere el umbral de daño económico, y que el costo de aplicación sea menor a la pérdida de rendimiento.

El constante monitoreo debe ser una obligación. Pero no alcanza solo con detectar alguna plaga, hoy es fundamental medir los resultados, ponerle números.

El monitoreo debe estar acompañado de una cuantificación de la incidencia y severidad de la plaga y/o enfermedad. La medición de la enfermedad nos permitirá conocer su evolución en el lote, el comportamiento sanitario de un cultivar, el impacto de la rotación que estamos utilizando, la manifestación del patógeno de acuerdo al estado nutricional del cultivo, y también la necesidad de control. La decisión del momento de cualquier tratamiento debe dejar de tomarse en función de estadios fenológicos para hacerse en base a un monitoreo constante.

Las recorridas de observación de lotes tienen que arrancar en estadios tempranos del cultivo, desde el macollaje, sobre todo en variedades susceptibles. La detección temprana es clave, sabiendo que las enfermedades se manifiestan en diferentes momentos, por ejemplo, roya amarilla o anaranjada desde estadios tempranos, y la fusarium o roya de tallo, a fines de ciclo.

Debemos tener en cuenta que, en temporadas con posibles precipitaciones abundantes, es conocido que se limita el desarrollo de colonias de algunas especies de pulgones, pero aumenta presencia de enfermedades fúngicas.

Monitoreo de plagas

En trigo es común encontrar especies de pulgones que afectan distintos órganos de la planta en diferentes momentos. Las más frecuentes son: «pulgón verde de los cereales» (Schizaphis graminum), «pulgón amarillo del trigo» (Metopolophium dirhodum) y «pulgón de la espiga del trigo» (Sitobion avenae).  Estas plagas generan daños directos, al succionar jugos y dañar tejidos vegetales, e indirectos gracias a que algunas especies pueden ser vectores de virus.

La recomendación es revisar como mínimo 30 plantas al azar. En estado vegetativo, se debe observar la presencia de pulgones sobre ambas caras de las hojas, y en estado reproductivo, se recomienda observar detenidamente las espigas.

El manejo de esta plaga debe estar basado en primera medida en la utilización de semillas tratadas con insecticidas sistémicos, que disminuyen el riesgo de la presencia de los pulgones desde un inicio. Luego un regular monitoreo, incluyendo el control de malezas hospederas, haciéndolo más frecuentemente en momentos secos y templados. Para aplicar un control químico, debemos seleccionar entre insecticidas específicos o de amplio espectro, preferentemente sistémicos, y que no afecten los organismos benéficos.  La decisión deberá estar acompañada de la recomendación de un profesional preparado, junto con la receta fitosanitaria, quien asesore al respecto al momento y producto para realizar el control.

Monitoreo de enfermedades

Las enfermedades son una de las principales limitantes en la potencialidad de los rendimientos del cultivo de trigo.  Las enfermedades foliares (septoria, mancha amarilla, roya), junto a las de la espiga (fusarium), están entre las que provocan un mayor impacto en la productividad.

El monitoreo debe realizarse varias veces al largo del período de crecimiento del cultivo y cada 7-10 días a partir de que el trigo comienza a ser susceptible. En presencia de condiciones ambientales favorables, la frecuencia deberá ser mayor. El período más importante en trigo para la realización del monitoreo, va de encañazón a grano lechoso.

Existen dos parámetros para cuantificar las enfermedades: la incidencia y la severidad.

Ambas se basan en la visualización de los síntomas (manifestación externa de la enfermedad en la planta o del patógeno). En cuanto los síntomas y signos son más intensos y avanzan sobre los órganos de la planta, mayores serán sus efectos en la disminución del rendimiento.

Incidencia

Expresa el porcentaje de plantas u órganos enfermos. Consiste en determinar la presencia de una determinada enfermedad en la planta, independientemente de la gravedad de su ataque o distribución. Es efectiva para evaluaciones al inicio del ciclo del cultivo, cuando aún no es posible tomar decisiones económicamente eficientes para su control. No nos entrega mayor información sobre el curso de la enfermedad y, menos aún, que permita cuantificar de forma precisa el nivel de daño causado.

Severidad

Este parámetro nos permite “cuantificar” la presencia y el posible daño causado por una enfermedad, facilitando la toma de decisiones de control.

Este indicador es el porcentaje de la superficie del órgano afectado y varía entre 0 y 100. Básicamente es una estimación visual de la cantidad de tejido vegetal enfermo, que nos permite establecer el grado de infección. Su determinación es más complicada y requiere una cierta preparación ya que es una estimación visual subjetiva, aunque existen escalas gráficas que facilitan determinar los niveles. Es recomendado para la medición de manchas foliares y de royas, enfermedades que afectan una parte del vegetal.

Los momentos y umbrales de aplicación van a depender de las características de la enfermedad: virulencia, agresividad y sentido de evolución.

Conocer el sistema donde se está actuando e identificar el patógeno al que estamos apuntando es el primer paso de cualquier estrategia de control químico. En cuanto a los activos, no todas las mezclas y moléculas son iguales, incluso moléculas dentro de una misma familia.

Para manchas foliares causadas por necrotróficos (enfermades que matan a las hojas) se recomienda aplicar fungicidas cuando las lecturas presentan entre un 15% a 20% de incidencia foliar, para el caso de hongos biotróficos (royas y oidio) se recomienda aplicar cuando vemos entre un 2% a 5% de incidencia foliar.

El tebuconazole pertenece al grupo de los fungicidas derivados de los triazoles, es sistémico siendo absorbido y redistribuido vía xilemática. Tiene propiedades preventivas, curativas y erradicantes cuando es aplicado sobre el follaje de las plantas.

Para el control de la roya, recomendamos Tacora 43 (Tebuconazole al 43%), un fungicida sistémico de rápida absorción, amplio espectro, de acción preventiva, curativa y erradicante. Inhibe la biosíntesis del ergosterol del hongo parásito en la planta huésped, impidiendo la multiplicación del mismo.

Otra opción es Tacora Xtra®, un fungicida sistémico con un modo de acción se basa en la combinación de sus principios activos: tebuconazole y azoxistrobina. A la acción del tebuconazole, se le suma la azoxistrobina, que actúa inhibiendo el proceso respiratorio de los hongos, resultando especialmente eficaz para impedir la germinación de esporas y el desarrollo inicial del patógeno.

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